En el marketing político hoy se analiza con mucha seriedad la influencia de la familia y los amigos cercanos, en la reputación de gobernantes y candidatos. Ellos representan un área de alto riesgo.
Quienes hoy se convierten en figuras públicas se vuelven
vulnerables a través de su familia.
Sólo por el blindaje reputacional y el afecto que rodea al
presidente López Obrador, es que hasta ahora ha podido contener el huracán de
la “casa gris”, que para cualquier otro gobernante de México o el extranjero habría
sido un asunto indefendible, pues cada vez que explican algo se enredan y abren
nuevos flancos de vulnerabilidad.
Sin embargo, -como dice Ana María Salazar Slack en su
artículo en El Financiero-, donde no habrá control de daños es en el extranjero.
Ahí no cuentan con el beneficio del poder que protege a esta familia en México.
Debemos entender cómo opera el mundo de hoy, -dominado por
las redes sociales-, donde la transparencia es un requisito indispensable para
mantener limpia la reputación.
Sin embargo, quienes rodean a gobernantes, candidatos,
políticos y figuras públicas, -incluyendo su familia cercana-, intentan llevar su
vida con total independencia y a veces hasta con exhibicionismo.
A su vez, la cercanía con el poder o la fama despierta en el
común de la gente una curiosidad morbosa, por lo cual la familia de actores
políticos siempre estará bajo escrutinio público.
Es notorio que ha surgido una nueva conducta colectiva en
las redes sociales digitales. El exhibicionismo se manifiesta como pandemia contagiosa.
Quienes participan en redes sociales muestran una tendencia a obsesionarse por
ser envidiados y para ello deben mostrar lo que poseen, en este contexto donde
el éxito se mide en función del dinero.
Cómo olvidar aquellas fotografías que exhibió en redes
sociales la hija del líder petrolero Carlos Romero Deschamps, presumiendo sus
viajes en avión privado y lujos, lo cual evidenció el privilegiado nivel de vida
que su padre le ofrecía. Que su padre fuese líder sindical generó suspicacias
respecto al monto de su fortuna personal y el origen de esta.
A su vez, quien exhibió la existencia de la “casita blanca”
fue la misma Angélica Rivera, lo cual generó un tsunami para quien en ese
momento era su esposo, el presidente Peña Nieto. A partir de ese hecho vimos
cómo se impactó negativamente la credibilidad del presidente, lo cual fue
aprovechado precisamente por quien era un importante líder político de
oposición, -Andrés Manuel López Obrador-, quien tuvo un rol decisivo para
desgastar la imagen de Peña Nieto, desarrollando la narrativa de la corrupción
en el círculo cercano al presidente.
La vida privada de las figuras políticas hoy se funde con sus
actividades públicas, generándoles vulnerabilidad.
En el ámbito de la vida privada es donde aparece la familia,
dando indicios, -si no de actos delictivos, sí de acciones que lastiman la
sensibilidad pública de este país resentido-, los cuales son capitalizados por los
adversarios políticos.
Hoy la fortaleza de la imagen de una figura pública se
sustenta en la discreción de su círculo cercano, para no dar pie a que los familiares
den tema para que los adversarios tengan argumentos para desgastar su imagen.
Recordemos que vivimos en la era de las percepciones, donde lo verídico no es
relevante, sino lo que la gente quiere escuchar.
El morbo es el alimento de la curiosidad y las familias de
los políticos siempre dan pie al escándalo, pues no olvidemos que la política
paga muy bien, económicamente, a quienes se dedican a ella. Por tanto,
simplemente con que alguien de la familia exhiba sus pequeños lujos y
frivolidades, será suficiente para herir susceptibilidades colectivas en un
importante sector de población de nuestro país, que día a día lucha por su
sobrevivencia.
Si hoy viviera John F. Kennedy y gobernase Estados Unidos,
apenas fuese descubierta su relación extramarital con la actriz Marilyn Monroe,
el escándalo en redes sociales seguramente propiciaría una crisis política que
podría derivar en su renuncia. Esto destruiría el mito del gran presidente
patriota, guiado por valores morales. Se descubriría el entramado familiar y
esto llegaría a ensuciar la imagen de su padre, vinculado con el contrabando de
Whiskey en la era de la “ley seca”, -aplicada en Estados Unidos en los años
veinte-, lo cual fue el origen de la fortuna familiar.
Definitivamente el contexto ha cambiado en unos pocos años. A
partir de las redes sociales los escándalos no se encapsulan ya en el país de
origen, sino que dependiendo de la importancia del personaje se pueden
convertir en tendencia noticiosa global. Esto no lo ha entendido aún nuestro
presidente.
Lo que con desparpajo y de modo casual él comparte a los
seguidores de la 4T en Las Mañaneras, por la importancia que México tiene el
mundo, seguramente llegará a interesar a los grandes públicos internacionales, que
lo interpretarán con una óptica objetiva, pretendiendo entender lo que sucede
en nuestro país. Esto puede impactar a las inversiones y el turismo.
El presidente López Obrador no se ha escapado a la maldición
de los escándalos familiares. Aún están presentes en la memoria colectiva los
videos de los dos hermanos recibiendo dinero y la prima del presidente haciendo
negocios con gobierno.
Los tres casos están hibernando en el “limbo de la
impunidad”, igual que se hacía antes. Sin embargo, el asunto de la “Casa Gris”
podría tener graves repercusiones jurídicas en Estados Unidos, lugar donde
radica José Ramón y donde su esposa se desenvuelve profesionalmente en el
ámbito de los hidrocarburos. Allá los criterios morales tienen otros
significados. La visión ética sí genera consecuencias.
EL RECUENTO DE LOS DAÑOS
Cuando nos referimos al recuento de los daños a partir de la
4T invariablemente nos referimos al impacto negativo que este gobierno y sus
aplaudidores nos dejarán en la economía. El legado quizá represente un
retroceso de décadas.
Pero también están los daños en el ámbito institucional.
El nuestro es un país que ha evolucionado creando durante
los últimos años sistemas e instituciones que garantizan nuestra vida
democrática, -que si bien aún no son perfectas-, sí son bastante funcionales.
Sin embargo, hoy México enfrenta el peligro de desandar lo andado.
Todas estas instituciones están bajo un asedio constante,
con la amenaza de ser dinamitadas si no se doblegan ante el presidente. El INE,
INAI, e incluso la SCJN, -institución que ha podido mantenerse con relativa
independencia, muy acotada y siempre bajo presión-, así como otras instituciones
más que día a día luchan por sobrevivir hasta el día siguiente.
Si perdemos a esas instituciones el retroceso será
incalculable, en un país que, hasta hace poco tiempo, -bajo la influencia de
una incipiente cultura democrática-, luchaba por sacudirse el gen autoritario
implícito en el cacicazgo, tan arraigado en el alma colectiva del mexicano.
Hoy esos tiempos, -denominados neoliberales según la
liturgia de la 4T-, parecen ser lejanos, pero nos hablan de sueños de libertad,
sustentada en la institucionalidad y el estado de derecho.
Si perdemos este capital institucional, -de alto valor para
nuestra frágil democracia-, retrocederemos socialmente a como estábamos a
mediados del siglo XX.
Mientras tanto, los países equivalentes al nuestro seguirán evolucionando
a gran velocidad hacia una sociedad igualitaria de verdad y no de pura palabrería
y demagogia. El rezago pronto será evidente.
Sin embargo, hay un daño aparentemente invisible pero que
nos rodea y nos envuelve, que se respira a cada momento en este México de hoy:
es el daño a la moral del mexicano. Es un daño espiritual muy difícil de
resarcir.
Los daños materiales con esfuerzo y ahorro se recuperan,
pero las cicatrices invisibles requieren de grandes terapias, que sólo
funcionan si existe el firme deseo de superarlas. Sin embargo, manipulando
rencores y resentimientos este gobierno ha contaminado el ánimo colectivo, de
tal forma que un gran sector de México está atrapado en el círculo vicioso de
la desconfianza y por tanto, está negado a la conciliación.
Un país que tradicionalmente ha sido solidario frente a los
grandes problemas, vemos que hoy está confrontado bajo el influjo de la
demagogia de los resentimientos.
¿Qué tanto afecta en el ánimo colectivo la narrativa
polarizante, sustentada en agravios ancestrales que rescatan rencores y
resentimientos? Esto sólo exacerba los ánimos, nos confronta y estimula la
violencia, ahora justificada moralmente como una revancha social.
Este ánimo colectivo caracterizado por la pérdida de la
moral es un daño aún no valuado, pues el deterioro ha sido imperceptible, pero
continuo. Es una enfermedad letal e invisible, pero de graves repercusiones
sociales, políticas y hasta económicas. Pobre México.
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