Héctor A. Gil Müller
Este
año 2022 nos sorprende con complicados acontecimientos, al igual que en 2020
que inició con una guerra en medio oriente, ahora un nuevo conflicto explota
amenazando con una escalada de proporciones mundiales.
Muchos ya han citado una frase
presumiblemente de Einstein quien desconocía las armas con las cuales se
pelearía la tercera guerra mundial, pero si estaba seguro que la cuarta guerra
se pelearía con palos y piedras al hacer referencia al enorme poder destructivo
con que cuenta el ser humano.
La guerra es negocio para
unos, oportunidad para algunos e historia para otros, pero es terror para todos.
Llueven comentarios y declaraciones, se reviven las lecciones de otros
conflictos, pero Rusia y Ucrania ocupan la atención de un mundo que cambia los
cubre bocas por cascos.
El apocalipsis bíblico y mucha
de la literatura secular describen cuatro jinetes que han sido látigo y cruel
destino de la humanidad, la peste, muerte, hambre y guerra. Han estado en todos
los momentos históricos para recordarnos que la vida son ciertos momentos de
bonanza seguidos de los retos y afrentas cotidianas. Que si hay abundancia
también hay escasez. La bonanza y abundancia humana ha estado siempre adolorida
por alguno de estos fúnebres e inmisericordes jinetes. Lo bueno, como cualquier
jinete, es que está condenado al galope, y como la furia y la feria cuyo
sonido, el de la “f”, se asemeja al del viento al fluir, como la flauta lo
sabe, están condenados a pasar.
Este escenario pone en jaque
paradigmas de abundancia y también de soledad, que nos llevaban a pensar que
mientras no ocurra adentro del zaguán cualquier acontecimiento no habría de
afectarme. Ese pensamiento mágico anula la realidad que estamos en un mismo
barco. Los problemas nunca son de otros, son de todos, porque en mayor o menor
distancia sus consecuencias habrán de manifestarse.
Bien afirmó Cabral al decir:
Es extraño el ser humano, nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere. Pero
en el mismo mundo en que los disparos y bombas amenazan al estilo de vivir,
también hay cosas buenas, jinetes que también cabalgan pero que cargan dicha,
nostalgia, amor y también a la música. Vaya forma de celebrar la salida de la
pandemia, vaya forma de reconocer que la humanidad combate la enfermedad.
En México tenemos nuestros
retos y si bien no nos vemos activos en una guerra, seguimos con la propia, una
guerra interna que nada bueno deja y al igual que la internacional es negocio
para unos, oportunidad para algunos e historia para otros, sigue siendo terror
para todos. La inseguridad lacera la paz y la roba escondiéndola entre sombras
que aún no les amanece. Nuestros jinetes aún se pasean, quizá sean charros que
lazan a sus víctimas, pero en los años electorales se ocultan, o quizá nunca se
oculten sino solo se deja de verlos, porque nuestra atención es vaga y se
revuelve con facilidad. O quizá los mismos charros, se bajan de sus caballos y
andan y hacen política. Pero al final, cual condena, regresan a jinetear. Quizá
nuestros charros del fin del mundo no sean cuatro, sino más, o quizá sean
menos. Solo sabemos que también cabalgan.