Héctor A. Gil Müller
Entre mis escritos he
repartido la “culpa” entre muchos, he culpado a la “x” sobre cambios
generacionales, pues la sola “equis” en el ordenador nos recuerda que con mucha
facilidad podemos quitar y poner. La “equis” nos recuerda que está igual, como
el vocablo griego del cual tenemos equidad o equilátero. He culpado al
“champan” por haberse colado en la boda de un funcionario y cuyo gesto soberbio
causó su sorpresiva renuncia.
Si dejamos de culpar ¿Qué
queda? Solo nosotros tal parece, pero permíteme lector volver a entregar hoy
algo de culpa de las condiciones que nos rodean. Somos lo que hablamos, el
lenguaje nos da entorno, realidad y percepción, solo hay mundo donde hay
lenguaje, escribió Martín Heidegger. El discurso en México es nuestra realidad,
y hemos construido, omitido y también obviado. Entre la historia hay frases,
entre frases palabras y entre las palabras letras. De todas las letras, no hay
alguna que no cumpla su función, dar imagen al sonido y asegurar que ese sonido
y la imagen sigan igual. Así todos lo verán y también otros entenderán.
Pero rara cosa es la letra
“H”, que se ha mantenido entre sus compañeras. La “H” no es sencilla, está en
el alfabeto, ya ha hecho historia, pero es insonora su eventual aparición, es
solo estética en un mundo práctico que exige no solo imagen sino también
acción.
La culpa es de la “H” que,
aunque muda, aun se presenta lesionando la palabra cuyo sonido no aparenta. En
materia de seguridad solo sabemos que el siguiente evento será peor. Nos ha
tocado en suerte que el agua se calentó tan despacio que no supimos cuando
empezamos a quemarnos. Conforme nuevos escándalos surgen, nos asombra que la
siguiente revelación será más grotesca, pero no hay acciones, solo reacciones
que nos enseñan que hay una “h” en la palabra, aunque no suene, pero está. Como
la “H” aprendimos a enmudecer.
Y como la “H” que grita más
cuando no está que cuando si está, se agolpa la pregunta, ¿y si en esta guerra,
contra la inseguridad, vamos perdiendo? México ha tenido pocos triunfos
armados, nos han conquistado los españoles porque los mismos habitantes los
apoyamos, después los criollos, después americanos, después franceses, también
ingleses. En todos ellos los mexicanos han intervenido, pero no unidos sino
divididos, y ahora que nos enfrentamos a los mismos mexicanos, ¿no será que ya
perdimos? Han sido años, esperando un acontecimiento peor que el anterior.
Nos pasa y a la vez no nos
pasa, no hay protesta a una voz, porque como la “H” estamos, pero no sonamos.
El horror y la historia como la distopía y la utopía empiezan en silencio, el
silencio de la “H”, pero entonces hacer algo ¿también empieza enmudecido? Muchas
notas compiten, para llevarse en un tiempo convulso la atención; y se afirma
que el problema está como con la “H”, si
ahí en el neoliberalismo, en lo pasado, en lo odiado.
La ineptitud también es
corrupción, porque sigue siendo un ilícito enriquecerse sin merecerlo y
ostentarlo sin mantenerlo. La simulación es corrupción, pero la culpa es de la
“H”, no de la “C” ni de la “P”, de la “H” que no suena, incluso cuando se Harta
no suena la “H”.