El clima es frío por las mañanas y hay una densa neblina, al mediodía la temperatura se vuelve más agradable porque el solecito asoma las narices.
Inscrito en el programa federal Sembrando Vida, el padre de las jóvenes artesanas reportó que este año recibieron $5 mil pesos para la siembra de árboles, entre las variedades frutales como la guayaba, manzana, pera, durazno y están por sembrar plantas de agave espadín.
Aunque reconoció que el dinero que el mismo gobierno envía a través de esos programas no alcanza, porque los insumos de fábrica, como él le llama, cada vez son más caros y el dinero “solo da vuelta”, recriminó.
Por ello para su familia es de gran valía el aporte que sus hijas dan al gasto familiar.
En tanto, con un dejo de tristeza en los ojos, Lizbeth Zobeida soltó que ella si hubiera querido continuar sus estudios de bachillerato, pero aunado a la falta de dinero, el telebachillerato les queda a tres horas caminando de su comunidad, no tuvieron otra opción que trabajar para poder subsistir.
Y aunque apenas están enteradas de que los gobiernos federal y estatal ofrecen becas a estudiantes, en su comunidad nunca han tenido esa oportunidad, no llegan esos apoyos, “nos gustaría seguir estudiando, pero no se puede”, comentó con tristeza la joven artesana.
Hoy piden a los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y de Alejandro Murat Hinojosa les brinden las facilidades para comercializar sus artesanías, ellas quieren precios justos, porque en la población les pagan $75 pesos por un tortillero hecho a base de palma muy bien reforzados y hasta con nombres grabados.
Mientras que las bolsas las venden a $500 pesos por que se tarda como un mes para tejerla y son de bejucos que caen del árbol de pino, los cuales van al campo a recolectarlos. “Queremos que las compren a precio justo”, es la exigencia de quienes nunca han tenido la oportunidad de comercializar sus artesanías.
A su vez el profesor de la telesecundaria ubicada en la comunidad Llano de Ayuca, Marcelo Carlos Altamirano Pérez, quien fue el que nos invitó para visitar la comunidad, donde es profesor de telesecundaria desde hace ocho años, lamentó que las y los jóvenes de esa zona no tengan oportunidades de continuar sus estudios, incluso, reveló que en su escuela hay alumnos que no tienen ni para comer, “a veces llevan un taco, pero otros días nada”.
Actualmente tienen una matrícula de 38 alumnos, pero en cifras de 10 que terminan la telesecundaria, siete emigran a la Ciudad de México a trabajar y tres continúan sus estudios o de plano se quedan en la comunidad en las labores del campo, cuidando a los animales.
Viven en una situación precaria y en la escuela no tienen agua, los sanitarios están en condiciones deplorables, menos que puedan contar con computadoras y el internet que hoy en día es básico para los estudiantes en ese nivel, aunado al sufrimiento de las y los alumnos que tienen que caminar más de una hora de ida y otra de regreso para poder estudiar.
Así entre olor a hierba fresca del campo, aire puro que reconforta los pulmones, las y los entrevistados pidieron al gobierno: ¡no se olvide de los pobres!