Hector A. Gil Müller
Imagine
una línea, graficada entre dos ejes, uno de los ejes expresa el tiempo y el
otro el desempeño, es natural e incluso un tanto instintivo avanzar, porque la
vida no se trata de comodidad sino de crecimiento. Suponer que vivir es
alcanzar solamente comodidad como objetivo es una visión errada de la travesía.
Somos seres que buscamos crecer. Pascal afirmaba; el hombre perpetuamente crece
y aprende.
En
esa línea graficada, que es el comportamiento, marca un momento, el cambio. Ese
cambio puede provenir del dolor y nos debe cambiar, de ver a otros y nos
inspira a cambiar, de aprender y nos hace querer cambiar o de recibir y nos
hace cambiar. Esa decisión de cambio o “momentum” es un punto en nuestra línea,
ahí implementamos el cambio. Hay una fuerte diferencia entre la mentalidad de
“un día” y de “día uno”. Implementamos el cambio y ese día se vuelve el día
uno. Inmediatamente existe un rechazo o resistencia. Incluso en nosotros mismos
que buscamos ser rutinarios, la homeostasis del cuerpo estriba en su rutina y
no necesariamente en su reacción. Ese rechazo que se combate con la disciplina,
el enfoque y sobre todo se calma la ansiedad con el “por qué” del cambio, nos
grafica un descenso en el desempeño, una curva que de continuar implementando
el cambio tiende a subir mostrando el comportamiento real que mejora respecto
al momento que decidimos el cambio. Sin embargo, cuando implementamos un cambio
nosotros pensamos en un comportamiento ideal, suponemos que todo habrá de fluir
sin esa resistencia, lo que genera una línea de expectativas. Lo interesante es
que la distancia entre la expectativa y el comportamiento real es la
desilusión. Algunos llaman a esa brecha la frustración.
El
peso y los mercados han ido sancionando desde la elección del 2 de junio el
comportamiento real atendiendo a un miedo latente en las expectativas. La
ausencia de contrapesos parece animar dar rienda suelta a los apetitos ya ni
siquiera de partido, sino personales de los actores políticos. Esta
especulación, como el mérito de los mercados, ha sancionado esa ausencia de
frenos para salvaguardar los intereses de un sector determinante para cualquier
desarrollo. Independientemente de la justicia o injusticia de la medida las
reglas están vinculadas con el desempeño.
Dar
tranquilidad es vincular esas expectativas con los comportamientos reales.
Exige construir confianza. La confianza no es una acción es un ambiente. No por
una acción se construye confianza sino por la enseñanza del pasado y la
congruencia con el presente. Ese equilibrio entre antecedentes y acciones
parece exigir algo mas que un dicho. Hablar que se privilegia la discusión y se
respeta la minoría para la toma de decisiones parece no ser una conducta
practicada que no ha terminado por traer paz a los mercados y concluir con una
mejora en los indicadores. El peso ha caído casi 2 pesos por dólar.
Nuestra
cultura siempre trae pasión a los principios, nos gusta reducir el proceso con
la pasión, privilegiamos más la intensidad que la profundidad y el avance. Y
aunque la gestión será nueva, con una campaña encargada de construir la
continuidad; el segundo piso de la 4T, parece que se escucha la construcción de
lo que no se dejó, el remate de lo que se frenó y el discurso de lo que faltó.