Esta elección generó un resultado inesperado que dejó
pasmados a muchos millones de mexicanos que votamos por la oposición. Sin
embargo, nos deja muchos mensajes de gran significado y una radiografía puntual
de nuestro país.
Nos dejó la evidencia de un México agraviado que votó guiado
por sus sentimientos, por haberse sentido ignorado y marginado del desarrollo.
Por ello votó impulsivamente sin conocer el modelo de país por el que estaba
votando.
La llegada al poder de Claudia Sheinbaum era una de las
posibilidades esperadas y ello es parte del juego democrático.
La democracia es cosa de números y las mayorías se
manifestaron y esa es la única realidad existente que hoy debemos reconocer. Sin embargo, los riesgos que se vislumbran se
derivan del “cheque en blanco” que ese México agraviado otorgó sin identificar
los riesgos que esto genera, a partir de permitir la conformación de una
mayoría calificada en la Cámara de Diputados, con posibilidades de pasar en
fast track los cambios constitucionales del “Plan C” del presidente López
Obrador, caracterizado por la desaparición de los organismos autónomos que hoy
generan equilibrios y la subordinación del Poder Judicial al Poder Ejecutivo.
Sin embargo, las respuestas mesuradas de la presidenta electa
Claudia Sheinbaum, quien frenó los ímpetus del ala radical de su partido, para plantear
una directriz de cautela, proponiendo a la bancada morenista someter esas
iniciativas a un análisis de parlamento abierto, es una actitud esperanzadora,
igual que su mensaje de conciliación dirigido a todos los sectores sociales de
este país, incluyendo a la oposición.
Claudia Sheinbaum toma un país dividido y confrontado, lo
cual en la era de la globalización genera un entorno adverso si no se realiza
una operación cicatriz para conciliar
Que Morena y sus aliados hayan recibido la mayoría
calificada en la Cámara de Diputados genera riesgos, pues el perfil de los legisladores
que hoy llegan al Congreso por parte del partido que hoy tiene mayoría, hemos
visto que no trae ni los conocimientos, ni la visión de largo plazo necesaria para
construir un país productivo y democrático, acorde con el rol protagónico que
hoy ejerce México frente a la comunidad internacional, como una de las veinte
potencias económicas del mundo.
Las declaraciones de los legisladores de Morena y sus
aliados en los debates legislativos han exhibido una mentalidad tribal y
pueblerina, que se queda corta frente a los retos que enfrenta México en el
contexto de este mundo globalizado.
La pérdida de contrapesos legislativos representa una
regresión. Sin embargo, el peor escenario se convertirá en una realidad si el
presidente López Obrador intenta
controlar a la bancada de Morena desde su rancho en Chiapas, pues ésto generará
conflictos de autoridad que debilitarían a la 4T.
Sin embargo, haciendo un recuento de pérdidas y ganancias podemos
comprobar que durante esta última parte del presente sexenio obradorista, ha
surgido un fenómeno sociopolítico totalmente ciudadano que estuvo apoyando a
Xóchitl, con vocación democrática, al cual no se debe abandonar a su suerte.
Por ello, Xóchitl, -convertida en líder ciudadano-, debe abanderar
este movimiento social para convertirlo en un contrapeso frente al gobierno en
funciones y tratar de ocupar el espacio político que la oposición ha perdido en
el Congreso.
El modelo a seguir para este movimiento social que encabece
Xóchitl, puede tener como referencia el que lideró el activista político Andrés
Manuel López Obrador a lo largo de doce años, antes de alcanzar la presidencia.
La “marea rosa” estaría predestinada a convertirse en la
conciencia moral de una sociedad más participativa, justa, equitativa e
incluyente, que nos permita construir un nuevo modelo de nación.
Las crisis generan oportunidades y el enemigo común para
ambos proyectos de nación, -enfrentados en la campaña electoral-, son la
violencia y la inseguridad, que han crecido a partir del distractor que
representa la confrontación social propiciada desde Palacio Nacional.
Los radicalismos que nos confrontan desde ambos extremos ideológicos
dañan a México. Sin embargo, ignorar el mensaje ciudadano de esta elección es
peligroso.
Las diferencias enriquecen cuando hay voluntad de conciliar
y eso puede ayudan a construir un nuevo país.
Mantener el estatus quo social actual es una bomba de tiempo.
Regresar a los privilegios de antes no es opción, incluyendo en este rechazo a
los privilegios de un sector del actual gobierno, que ha visto en el poder
gubernamental una oportunidad de construir para sí mismo los beneficios que
antes criticaron.
De entrada, la visión femenina en una posición de poder
puede representar un proyecto social que traiga a México justicia social y
económica, que hasta hoy, ha estado ausente.
Las dos mujeres que representan dos proyectos de país diferentes,
-una desde el poder gubernamental y la otra desde la sociedad civil-, pueden generar
equilibrios.
Lo que nos faltó en la pasada campaña electoral fue
oposición profesional, pues quedó claro que los partidos políticos que hoy
tenemos, incluyendo a todos, -tanto los que ganaron la contienda como los que
la perdieron-, están rebasados y no son garantía para construir la democracia
participativa que hoy necesita México. Se han convertido en maquinarias
electorales que ya perdieron los valores ideológicos que antes les dieron
identidad. Hoy tan corruptos son los unos… como los otros.
Xóchitl debe rescatar y encauzar el “poder del pueblo” que
se manifestó con convicción y sin intereses personales, -y menos aún económicos-,
durante este sexenio. Con esa fortaleza puede convertirse en el verdadero
contrapeso que genere equilibrios y nos encamine hacia un mejor país.
Capitalizar y encauzar el despertar ciudadano puede ser la gran aportación de
Xóchitl que cambie el rumbo de México.
En una reciente entrevista Enrique Krauze trajo al presente
la experiencia de la oportunidad perdida que representó la negativa de José
Vasconcelos, -uno de los más icónicos intelectuales mexicanos del siglo XX-, cuando
en 1929 perdió la elección presidencial frente al candidato oficialista del
grupo en el poder, -Pascual Ortiz Rubio-, y no quiso encabezar un movimiento
social que diera continuidad al despertar ciudadano que él mismo había detonado
y que podía haber enriquecido la vida política de México durante la primera
mitad del siglo XX.
Imaginemos lo que habría avanzado México si ese gran
intelectual, -que antes de su odisea electoral ya había sido secretario de educación
pública con gran éxito, así como rector de la UNAM-, hubiera canalizado su
visión de país hacia un gran proyecto político de largo plazo, que seguramente
habría dado grandes frutos en el desarrollo social.
Quizá el reto más importante de Xóchitl está por iniciar, si
ella lo asume como seguramente muchos mexicanos se lo estamos pidiendo: dar
continuidad al despertar de una ciudadanía responsable y comprometida con el
futuro de México.
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