La realidad es que estos últimos seis años han representado un valioso tiempo perdido, pleno de oscurantismo y opacidad.
La corrupción es inevitable verla. La opacidad es terrorífica,
pero con cinismo se oculta como información clasificada argumentando seguridad
nacional. Hoy que la 4T elimina al INAI con rudeza innecesaria, pone en
evidencia su rechazo a que la corrupción sea evidenciada.
De la violencia ni hablar. La violencia criminal está desatada
y el sadismo rebasa los límites del terror. Sin embargo, por parte de la actual
estructura gubernamental los derechos humanos se violentan impunemente y prueba
de ello es el rechazo de la 4T a eliminar la prisión preventiva oficiosa, que los
organismos internacionales de los que formamos parte han pedido sea eliminada
de nuestro sistema de justicia. Es más fácil y cómodo presionar al detenido
para que se declare culpable, que investigar los hechos con objetividad en
busca de la verdad.
La estructura de nuestro sistema de seguridad pública y
fiscalías ya no tiene como prioridad perseguir a los criminales, sino que sirve
para cobrar afrentas a los enemigos y nulificar a opositores peligrosos. Las
fiscalías y la Unidad de Inteligencia Financiera se dedican a vigilar a opositores
y a su patrimonio, -ganado limpiamente en la gran mayoría de los casos-, en
lugar de seguir la pista al dinero sucio para desmantelar redes criminales.
La percepción de la pobreza ha sido maquillada, aunque este dramático
fenómeno social no haya sido erradicado aún. Los cheques de los “programas
sociales de López Obrador” han desvirtuado la percepción colectiva, generando
la creencia de un triunfo en contra de este gran pendiente social que tanto
lastima a la sociedad.
Sin embargo, se soslaya lo evidente: la pobreza que se derrota
de verdad es un triunfo que perdura en el tiempo, pues genera libertad personal
para quien logra superar sus carencias personales y familiares.
La persona que de forma definitiva sale de la pobreza se
vuelve autosuficiente y ello le genera auténtica libertad emocional, de
pensamiento y se refleja en su calidad de vida. Por ello la pobreza se combate generando
oportunidades.
Sin embargo, lo que hoy existe en México es un modelo que
maquilla la pobreza financiando las necesidades de sobrevivencia de modo
indefinido, pero generando dependencia para que la factura se cobre en el
periodo electoral. Quien depende del gobierno para sobrevivir en realidad nunca
ha dejado atrás la pobreza, porque no es libre, sino dependiente de quien tiene
el control de sus ingresos económicos.
Decir que una familia salió de la pobreza por los cheques de
los programas sociales denominados “Bienestar”, es una falacia compartida colectivamente
a partir de una narrativa gubernamental perversa y amañada, que genera una
percepción pública de una gestión exitosa.
Podemos resumir que en realidad todo empeora, pero, sin
embargo, la percepción pública es que como país y como sociedad hemos mejorado.
Este es el resultado de una percepción inducida estratégicamente, planeada a
partir de una narrativa poderosa y seductora, que a fuerza de mentir con
cinismo termina siendo convincente. Los números de nuestra economía y los
hechos cotidianos lo confirman.
Sin embargo, la gente no lo quiere acepar ni aun teniendo
las evidencias a la vista.
Estamos enfrente de uno de los talones de Aquiles de nuestro
modelo democrático, pues los espejismos que seducen al electorado corren el
riesgo de consolidar y eternizar a este gobierno, lleno de opacidad, dándole
legitimidad a través del voto obtenido en las urnas.
La manipulación del inconsciente colectivo sin que lo
perciba el afectado, -e incluso hasta con la participación de él-, equivale a
la seducción que ejercía la música del “Flautista de Hamelin”, en el cuento escrito
por los Hermanos Grimm a partir de una leyenda alemana.
La única forma de construir un mejor país es con educación y
ésto significa enseñar al pueblo a tomar sus propias decisiones con
independencia y autonomía de criterio, sin dejarse guiar por narrativas
seductoras. Por ello debemos luchar por la calidad de nuestro modelo educativo.
LA FALACIA DE LAS DENUNCIAS
Nuestro sistema de justicia se basa en las denuncias por
parte de la víctima y no en la investigación “de oficio” cuando hay evidencias
del delito cometido. Evidentemente el Estado Mexicano evade su responsabilidad
de investigar el delito y transfiere la responsabilidad a la parte vulnerable,
que es la víctima.
El alto grado de impunidad de los delitos, -que rebasa el
95%-, se debe al miedo a la venganza por parte del delincuente, lo cual reprime
la denuncia.
La reticencia a denunciar el delito se basa en miedo, así
como en desconfianza en las autoridades, ante la posibilidad de que pudiesen
estar coludidas con los delincuentes, así como en la suposición de que presentarla
sería un esfuerzo inútil porque no se activará ningún protocolo de
investigación.
Hoy en tiempos de la reforma judicial este es un tema
central.
LAS ALERTAS DESDE CELAYA
La denuncia que hizo el alcalde de Celaya Juan Miguel
Ramírez Sánchez durante la entrevista realizada por Paola Rojas en el programa
Pisa y Corre, en Imagen Televisión, es una valiente llamada de alerta.
Declara haber sido
intimidado por el Cártel de Santa Rosa de Lima para que les entregue la
Tesorería Municipal, la Secretaría de Obras Públicas y la Junta Municipal de
Agua Potable. Seguramente la Secretaría de Seguridad Ciudadana ya debe estar
controlada por este grupo delincuencial desde hace mucho tiempo.
Esta denuncia del alcalde Ramírez debiese ser un escándalo
que cimbre todas las alarmas del Gobierno de la República y sin embargo, no ha
sido así.
¿Cuántos municipios de México ya son controlados por el
crimen organizado?
No olvidemos que el alcalde de Chilpancingo, -la capital del
Estado de Guerrero-, fue decapitado después de haber sido secuestrado, por
negarse a aceptar las exigencias del grupo delincuencial líder en esa entidad,
que seguramente fueron similares a las de Celaya.
La batalla en contra de la delincuencia organizada se está
perdiendo a partir de las derrotas en el ámbito municipal. Muchos ayuntamientos
en muchas zonas del país seguramente ya están controlados por grupos criminales
y han sido entregados por miedo a las amenazas que han recibido los alcaldes, o
quizá en muchos casos ya en contubernio con ellos.
Mientras tanto en la capital del país, -donde residen los
Tres Poderes de la Unión-, se libra una batalla por el control político a
partir de las ambiciones personales y de grupo y no hay conciencia de la
gravedad de este fenómeno que corroe silenciosamente a nuestro México como si
fuese un cáncer.
Cuando México despierte de su letargo ya podría ser
demasiado tarde.
BALAZO EN EL PIE
La exigencia de los trabajadores del Poder Judicial de la
Federación de que se someta a consulta ciudadana si se realiza o no la votación
popular de jueces magistrados y ministros, resultaría ser un balazo en el pie.
No están considerando que con lo que ellos exigen lo único
que se lograría a partir de los resultados de este plebiscito, será legitimar
artificialmente el capricho de este gobierno de someter a proceso electoral la
selección de funcionarios del Poder Judicial.
No están considerando la capacidad inaudita de movilización
de MORENA, que hará asistir a votar a grandes sectores ciudadanos, -coaccionados
u obligados-, y por otra parte, la indiferencia de la sociedad independiente, -incluyendo
a quienes consideran inadecuado este modelo de selección-, pero que no
invertirán esfuerzo en acudir a las urnas. Sería una victoria oficialista
contundente.
Más bien, debieran exigir que si no se logra por lo menos un
40% de participación ciudadana en el ejercicio electoral al que convocará el
INE, deje de tener validez la votación y este hecho se considere una respuesta que
hace patente el rechazo ciudadano a esta medida arbitraria.
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