Por Amaury Sánchez
Volodímir Zelensky, el hombre que se convirtió en el rostro de la resistencia ucraniana, se plantó en la Casa Blanca con la esperanza de asegurar un pacto de minerales a cambio de apoyo militar. Salió de ahí con las manos vacías y, lo que es peor, con Donald Trump dándole una lección de “humildad” en vivo y en directo.
El expresidente republicano, en su nueva faceta de mediador cósmico, le espetó a Zelensky que no estaba en posición de decirle a EE.UU. cómo sentirse. Que le había dado “350 mil millones de dólares y equipo militar”, y que si no fuera por eso, la guerra habría terminado “en dos semanas”. Zelensky, rápido de reflejos, le devolvió la cortesía con un “En tres días, lo escuché de Putin”. Un momento de alta diplomacia en el que, por poco, no sacan las cervezas y los maníes.
Trump, el pacificador (pero solo si le conviene)
La línea de Trump es clara: si Zelensky quiere seguir en esta guerra, que busque su propia manera de financiarla. Él no quiere “dar ventajas”, solo quiere “PAZ” (en mayúsculas, como todo lo importante en su red Truth Social). Básicamente, está diciendo: “O negocias con Putin, o nosotros nos lavamos las manos”. Y si a alguien le quedaban dudas de su imparcialidad, remató con un “No estoy alineado con Putin, no estoy alineado con nadie. Estoy alineado con EE.UU.”—lo que en política internacional significa “Primero veo qué me conviene, y luego ya vemos”.
Pero la pregunta del millón es: ¿qué significa este berrinche diplomático para el futuro de Ucrania?
Europa, la tía comprensiva que ofrece consuelo (pero sin pagar la cuenta)
Apenas se filtraron los detalles del encontronazo en la Casa Blanca, la élite política europea corrió a abrazar a Zelensky con declaraciones de solidaridad dignas de una película de Hollywood. Macron, Von der Leyen y hasta el polaco Tusk le enviaron mensajes de apoyo: “Nunca estarás solo”, “Estamos contigo”, “No estás abandonado”. Puro afecto, pero de ahí a abrir la cartera hay un abismo.
Porque una cosa es tuitear corazones y otra muy distinta es llenar el vacío que dejaría EE.UU. si decide abandonar la causa ucraniana. Europa no tiene ni el músculo militar ni la billetera para sostener a Ucrania a largo plazo sin el respaldo estadounidense. Los alemanes todavía están debatiendo si mandan más tanques o no, Francia tiene elecciones a la vista y Polonia tiene sus propios problemas.
Y mientras Europa se pone de acuerdo en si la paz es con más armas o con más diplomacia, Rusia ve la escena y se frota las manos.
Putin, el paciente estratega
Dimitri Medvedev, desde Moscú, celebró la humillación de Zelensky como si hubiera ganado un campeonato mundial. “Finalmente recibió una buena bofetada en la Oficina Oval”, escribió en X, dejando claro que el Kremlin ve la pelea Trump-Zelensky como una señal de que la unidad occidental empieza a resquebrajarse.
Si Trump sigue adelante con su amenaza de reducir el apoyo a Ucrania, Putin no necesitará hacer concesiones. Solo tendrá que esperar a que la falta de armas y financiamiento desgaste a Kyiv hasta el punto de obligarlo a una negociación en términos favorables para Moscú.
¿Quién gana y quién pierde?
• Gana Putin, porque ve a sus enemigos divididos y debilitados.
• Gana Trump, porque puede vender la idea de que él es el único capaz de “negociar la paz”.
• Pierde Zelensky, porque su margen de maniobra se reduce drásticamente.
• Pierde Europa, porque ahora tendrá que decidir si sigue dependiendo de EE.UU. o asume un liderazgo que, hasta ahora, ha evitado.
El choque Trump-Zelensky no es solo un mal momento diplomático. Es el síntoma de un nuevo orden en el que la guerra en Ucrania podría convertirse en un problema más europeo que estadounidense. Y si la UE no se pone seria, el Kremlin ya tiene la respuesta lista.